Especial "Bella y Bestia": Relato

¡Hola, viajeras y viajeros!

Llegó el último día del especial, me da pena despedirme de él porque lo he pasado tan bien 😔 Pero bueno, no importa porque ojalá el año que viene hagamos algo especial para el primer aniversario de La Bella y la Bestia (sí, es una indirecta muy directa jaja). Hoy traigo otro relato en relación con la historia, lo ha escrito Bea Melworren y se llama...

El despertar de un corazón


Todo había cambiado en un segundo, la alegría de encontrar a mi padre y poder ayudarle, pronto se convirtió en desesperación por lo que estaba a punto de ocurrir. No quería pensarlo, pero era imposible y la única culpable de ello era yo. Debía salir como fuera, tenía que impedirlo.
«No, no, no», gritaba mi mente una y otra vez, mientras golpeaba la madera con mis puños, esperando que alguien del pueblo se apiadara de nosotros y decidiera liberarnos, pero las voces ya se habían extinguido capitaneados por Gastón, al grito de muerte a la Bestia.
—¿Qué he hecho? —murmuré angustiada y abatida recordando a los habitantes del castillo, pero sobre todo a él.
El corazón se me encogió al rememorar el semblante abatido con el que apareció en el espejo cuando lo invoqué, no parecía él. «Bestia, ¿qué te ocurre?», le pregunté como si pudiera escucharme y responderme a pesar de la distancia que nos separaba.
—¡¡¡Por favor, sacadnos de aquí!!! —grité de nuevo, pero fue en vano aunque no estaba dispuesta a desistir en mi empeño, de ello dependían tantas cosas. Me tragué las lágrimas como pude y seguí golpeando la puerta.
Me salvó la vida y ahora era la suya la que corría peligro. Aquella idea se congeló en mis venas, se arrastró por mi cuerpo y me llenó de temor, no quería perderle me confesé, sonrojándome a pesar de no haberlo pronunciado en voz alta, pero era tan cierto que no seguiría negándomelo. No concebía mi vida sin él, no podía permitir que aquella atrocidad ocurriese, mucho menos por mi culpa, por querer salvar a mi padre le había puesto en peligro.
Aporreé con más fuerza la puerta del sótano de mi casa, en la que Gastón nos había encerrado a mi padre y a mí tras quitarme el espejo mágico. Sentía la piel de mis manos tensarse ante los múltiples golpes, pero no podía parar, no quería hacerlo, no consentiría que ese desalmado lo matase y se vanagloriase de ello durante toda la vida. No lo soportaría.
—Hija —me llamó mi padre y cuando me giré secó las lágrimas que corrían por mis mejillas. En sus ojos veía que a pesar de tener su apoyo no comprendía del todo mi actitud. Para él, la Bestia solo era aquel monstruo que le encerró y me mantuvo cautiva durante semanas.
—Él es bueno, papá —contesté con convicción y no necesitó más explicaciones para entenderlo y apoyarme.
El sonido de una bocina impidió que mi padre pudiera responderme, nos miramos reconociendo el sonido: el invento de mi padre, pero ¿quién lo había puesto en marcha? La advertencia de Chip llegó justo a tiempo, nos apartamos con precipitación de allí, unos segundos antes de que la puerta se rompiera en mil pedazos gracias al hacha de la máquina que mi padre creó para el concurso de la feria y se estrellase contra el suelo con un gran estruendo.
Libres al fin. La alegría duró poco, lo justo hasta que nos pusimos en movimiento, montamos en Philip y comenzamos el viaje hasta el castillo.
Mientras avanzábamos hacia allí la esperanza se evaporaba, ¿cuánto tiempo nos llevaban de ventaja? ¿Gastón habría atacado a Bestia? Solo de pensarlo se me revolvía el estómago y las lágrimas volvían a recorrer mis mejillas sin control alguno.
«Resiste», le rogué, negándome a pensar en la posibilidad de que fuera demasiado tarde. El miedo me atenazaba, mis manos se aferraban con fuerza sobre las riendas de Philip, mi deseo de llegar hasta el castillo cuanto antes se veía entorpecido por la poca visibilidad que había aquella noche.
—No puedes dejarme —murmuré al cielo y entonces la certeza de mis sentimientos me asaltó sin piedad, obligándome a admitir la verdad aunque no debería hacerlo o ¿quizás sí?
«¿En qué momento me enamoré de ti?», me pregunté en la inmensidad de aquel bosque infectado de lobos que esperaba no apareciesen. Le odié cuando descubrí que mantenía a mi padre prisionero, le aborrecí cuando me impidió despedirme de él, pero después me salvó, aprendió a escuchar y fui descubriendo quién era en realidad, bajo aquel aspecto se escondía un ser herido, atrapado, pero en el fondo bueno, alguien a quien hacía años que nadie quería y del que había mucho por descubrir.
Y lo hice, conseguí conocerle mientras mi corazón se enamoraba de él sin remedio.
La lluvia nos sorprendió justo cuando traspasábamos las grandes puertas que daban al patio interior del castillo y un rayo me dejó ver lo que estaba aconteciendo en el tejado: Gastón estaba a punto de acabar con él. Grité y me lancé escaleras arriba, buscando el lugar en donde Gastón azuzaba a la Bestia, iba a matarlo y debía impedirlo como fuera.
Llegué hasta el amplio balcón del ala oeste tras una carrera que me dejó extenuada, lo había conseguido, me apoyé en la barandilla y frente a mí apareció él, en el empinado tejado del gran castillo. Sentí cómo mi corazón volvía a latir con fuerza en cuanto le tuve frente a mí, lo había conseguido y estaba bien.
—Bella, has vuelto —dijo Bestia sorprendido.
—Te aseguré que lo haría —contesté con una sonrisa, alargando mi mano hacia él.
El miedo se evaporó en cuanto nuestras manos volvieron a estar juntas y entonces lo supe, no volvería a marcharme, no podría pues mi corazón ya estaba ligado al de la Bestia.
Lo insté a que regresara a la seguridad del balcón, pero en mi precipitación por verle olvidé que Gastón aún era un problema, uno que apareció justo en el peor momento, sobresaltándome, y lo apuñaló por la espalda.
—¡¡¡No!!! —exclamé mientras sujetaba a Bestia como podía.
Aterrada, con las lágrimas regresando a mis ojos, le ayudé a subir para ponerlo a salvo. No podía creer lo que veían mis ojos: herido, tumbado en el suelo de la terraza, sin apenas fuerza para mantener la mirada en mí, me arrodillé junto a él y contuve mi llanto tratando de ser optimista.
—Resiste, vas a estar bien y…
—Al menos he podido verte por última vez —dijo con la voz entrecortada en un último aliento.
—No —murmuré cuando sentí que su vida se escapaba entre mis dedos—. No puedes dejarme.
Me aferré a él con desesperación, sollozando, le había perdido para siempre y ni siquiera le declaré lo que sentía por él.
—Te amo —susurré.
Mi confesión llegaba demasiado tarde, él ya no podía escucharme, se había marchado.

Bea Melworren. beamelworren.wordpress.com

¿Qué os ha parecido?
Un besote, 
Toñi

9 comentarios:

  1. Precioso relato. Me ha encantado. Ojalá sugiera escribiendo. Quiero leer más y más
    Besos

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  2. Hola!
    Esta escena es muy de llorar, ains, qué emoción y qué tensión!
    Un beso
    S

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  3. ¡Qué preciosidad de relato!Se me ha hecho tan corto... La verdad es que después de leer lo que tienes publicado no me extraña esto esté tan bien. Felicidades.

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  4. No encontre la entrada de la iniciativa, pero ya te sigo y que nada es una de mis películas favoritas (L) la escena esta es como emoción y me encanta, ¡Genial relato!. Besos y nos leemos!

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